lunes, 9 de marzo de 2009

Gran Torino: Eastwood y el cine de emociones

Hace tiempo que no tengo duda de que Clint Eastwood es uno de los más grandes directores en activo. Con esta última película suya "Gran Torino" se vuelve a confirmar su dominio del lenguaje cinematográfico y su absoluta facilidad para hacer llegar mensajes y emociones al telespectador.




Este californiano casi octogenario, que se hizo famoso por su papel como el inspector Harry Callahan "el sucio" y por su personaje sin nombre en los Westerns de Leone, hace ya casi dos décadas que alcanzó el máximo reconocimiento como director con "Unforgiven" (1992), una de las películas más relevantes de los últimos años. Desde entonces (quizás un poco antes con "Bird") lleva demostrando que es uno de los directores que mejor cine hace en la actualidad, siempre con un toque clásico, con historias emotivas y agridulces (a veces melodramáticas) y que llegan al tejido sensible del espectador.

En Gran Torino vuelve a ponerse delante de la cámara (además de detrás) para elaborar esta fabula sobre la perdida de valores, el envejecimiento, la soledad y el choque cultural. Esta película no deja de ser un valiente balazo contra las consciencias de la americanos que se van despertando de una guerra que agoniza. Parece leerse entre su metraje "Esto no se ha acabado, lo que habéis hecho seguirá acompañandoos toda la vida".

Para ello utiliza el personaje de Walt Kowalski, americano de toda la vida (es decir inmigrante polaco de segunda o tercera generación) patriota, malhumorado, chapado a la antigua y ex-combatiente de Korea ( se agradece que se hable de guerras distintas a la tan trillada guerra de Vietnam, parece que fue la única en la que se masacró inocentes) que de repente se haya viejo, enfermo y sólo en su barrio de siempre que se ha convertido en un ghetto para inmigrantes asiáticos. El choque que tendrá con sus vecinos y las bandas del barrio, detonará en Walt ciertos sentimientos que le harán sacar lo mejor y en algunos momentos lo peor de si mismo.

Tiene un guión de un esplendido ritmo y unas interpretaciones muy convincentes : el personaje de Eastwood resulta curiosamente cómico y tierno casi toda la película,l a vecinita asiática es realmente encantadora y el cura jovenzuelo resulta el contrapunto moral necesario para desarrollar todo el mensaje de la cinta. Nos encontramos con una gran película que además presenta un final esplendido, por imprevisible y por significativo.


Técnicamente esta muy depurada, Eastwood realiza una película sobria como siempre, sin florituras con una fotografía realista dándote siempre la sensación de que lo que te esta contando es la pura realidad.

Si la comparamos con "Million Dollar Baby" esta es menos lacrimógena con menor mensaje emocional pero con más mensaje social. No deja de ser una hermosa denuncia del racismo y la perdida de valores en el medio oeste americano además de una tierna fábula sobre el valor de la vida simbolizada por ese brillante Gran Torino del 72.